UN ZORRO, UNAS GARZAS Y YO


"Una sola chispa puede prenderle fuego a un bosque".

Charles Bukowski



Amanecía. La luz mortecina aún cubría los cielos de aquel amanecer en el que el humo de los incendios se mezclaba con el olor que me llegaba de la mar; los tablones crujían con cada uno de mis pasos mientras avanzaba por aquel paseo de madera envejecida, mientras las olas golpeaban una y otra vez las orillas de la playa; Mi mirada se dispersaba alegremente en aquellas inquietas olas, compartidas con miradas al envejecido suelo por el que transitaba, temiendo tal vez que alguno de los estropeados tablones acabase de romperse. De repente al alzar la vista al final de aquel paseo para contemplar cuando me quedaba, lo vi, quieto, ausente, con la mirada fija en algún lugar, mirando a la mar. Intenté con gran éxito, esconderme de su mirada, un cercano árbol me sirvió de escondite improvisado, desde allí podía verlo sin que aquel zorro me observara, a los pocos minutos comenzó a caminar y lentamente abandonó el paseo de viejas tablas de maderas y se acercó a la mar...


... ante la imposibilidad de verlo, tuve que moverme ya que las ramas me tapaban el lugar donde el zorro se encontraba; una vez más tuve suerte y volvía a pasar desapercibido para el, seguía absorto, ensimismado en la contemplación de algo que le llamaba más la atención que mi presencia oculto tras un árbol, o eso pensaba yo, desde allí podía ver lo que aquel astuto zorro contemplaba, antes comentaros que desde donde me encontraba tal parecía que aquel zorro llevaba gafas, diréis, ¿gafas?, os diré, la luz era mortecina, el humo de los incendios, tal vez  que aún no había despertado del todo, todo eso unido hacía que por un momento me pareciera que aquel zorro llevaba gafas, si, gafas, de esas que llevan los maestros, casi caídas en su nariz...


... aquel objetivo de su mirada no eran sino cuatro pequeñas garzas de un inmaculado color blanco que también lo contemplaban a el desde la orilla de la mar, no muy lejos, zorro y garzas se retaban, uno esperaba astutamente a que una de ellas de despistara, la otras alerta de su presencia apenas se movían y fijaban inquietamente su mirada en el, tal vez sabiendo que si aquel zorro intentaba llegar hasta ellas, tenían alas y volarían, no se si fue esto o tal vez el crujido de una rama fruto de mi inquietud por coger una mejor posición el árbol, pero el zorro salió despavorido por aquel viejo camino de madera, solo un instante se detuvo para mirar y girar la cabeza hacía aquel grupo de garzas, como diciendo que lastima no haber podido comer una de ellas, con pena, y siguió huyendo hasta alcanzar el bosque y perderse en el, mientras las garzas ajenas a mi presencia y más tranquilas ante la no presencia de aquel zorro se alimentaban en la orilla de aquella mar bajo una luz mortecina, provocada por el humo de los muchos incendios que aquellos días nos asolaron... 


La fotografía inferior es de cuando asomó el sol entre la luz mortecina que dejó el humo de los incendios, rojo, tal vez de ira, por ver una vez más como este hermoso planeta nuestro arde, arde por los cuatro costados... 

¡¡¡cuanto dolor, cuanta impotencia!!!!



 

Comentarios

  1. Sigo disfrutando las fotografías, un deleite, CARLOS.

    Besos y feliz mes de octubre.

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    Respuestas
    1. Un placer tenerte por aquí.

      Feliz mes de octubre también para ti. Besos.

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