POSANDO LA MIRADA EN... TI

 

Si los ojos son la ventana del alma, algo me dice que los animales también la tienen, porque solo ellos saben hablar con ese lenguaje que no necesita palabras: es el idioma del afecto y el respeto más sincero.



Era una tarde de invierno, casi en los últimos días del año pasado, uno de esos días largos en la montaña, largo en lo que te dejan las horas de sol y el frío, las noches eran tan frías que había que esperar a la salida del sol y a que este calentara, los primeros metros con el sol de espalda calentando el camino y también el cuerpo, mientras la mirada se posaba en el sendero que zigzagueaba ladera arriba, mitad al sol, la otra mitad a la sombra, aún... tras un largo recorrido comienzo a descender desde el último de los collados que he ido sobrepasando por aquella sierra que era un sucesión de afiladas montañas con tremendos desniveles hacía el valle que se suavizaban levemente en la otra ladera, sin camino, con inapreciable sendas que te iban permitiendo avanzar sin mucha prisa, destrepando en algunos tramos las afiladas agujas, ya en aquel collado el  sendero de descenso era estrecho y embarrado, zigzagueaba ladera abajo y finalizaba en una ancha pista que desde donde yo me encontraba se veía como una delgada línea que recorría de punta a punta aquel largo valle, las últimas luces del sol se colaban entre las peñas cegándote si las mirabas y la luz comenzaba a descender casi a la vez que yo lo hacía; A mis botas les costaba mantener la vertical en aquel embarrado sendero y algunas veces buscaba deliberadamente la hierba de los márgenes para descender por ella, de repente frente a mi, al alzar la vista y a unos metros de mi surgió él; no se si os ha pasado, que hayáis tenido alguna vez la sensación de  que os miran y al levantar la vista tu mirada se clava en la mirada que ya lleva tiempo mirándote; que hermoso, las piernas delanteras alzadas sobre la peña cubierta de musgo, desafiante, altivo, el rey de esas montañas. Confieso, os confieso mi fascinación por este precioso animal, majestuoso, hermoso, lleno de vitalidad, mi fascinación, mi admiración y mi respeto por él, continuaba mirándome mientras el sol seguía descendiendo y se acercaba la noche y a mí aún me quedaba un largo tramo para alcanzar aquella delgada línea que era la ancha pista que recorría de punta a punta aquel valle que yo también tenía que recorrer, continué por mi camino y el inició el suyo subiendo por el lugar que yo había bajado, después de un rato alcé la vista y le vi aún subiendo tranquilamente ladera arriba hacía uno de aquellos afilados picos que yo había sobrepasado, el sendero finalmente tuvo la amabilidad de depositarme en la pista y ya la luna asomaba por la montaña que tenía enfrente, el sol se apagó mientras recorría la distancia de aquel largo valle...




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