A VUELTAS Y MAS VUELTAS




Quise acercarme tanto a aquellos hielos que me vi reflejándome en ellos, recuerdo que sentí frío, un frío intenso que comenzó a recorrer mi cuerpo lentamente y que antes no sentía,  pensé que tal vez ese frío fuese mi reflejo en aquellos hielos porque por mucho que lo tocaba y lo tocaba ellos nunca se derretían y en mi aquel frío persistía.





tal vez no fuese el mejor día para subirla, quizás el viento eligió un mal momento para comenzar a galopar montaña arriba, pero el caso es que él y yo coincidimos en aquel instante preciso y él subía mientras yo malgastaba inútilmente mis fuerzas en ascenderla y recuerdo que pensé: yo también quisiera ser viento en esa brisa helada de un mes de enero cualquiera.





cuantas veces he pisado ese lugar, cuantas veces he recorrido toda esa copa y allí en ella me he detenido sin más objeto que mirarla, admirar su belleza y allí sentado un día recuerdo que pensé que si yo fuera un dios, un dios de la montaña y me tuviera que quedar en un lugar, vivir en un lugar, descansar en ese lugar, sin ninguna duda me quedaría allí para siempre.





me vi deslumbrado por su belleza, lo confieso, aquella primera vez que la contemplé fueron mis ojos los que se posaron en ella, los que la fueron recorriendo y los que disfrutaron de aquella primera contemplación, con el paso del tiempo nos hicimos eternos, tantas veces nos hemos ascendido mutuamente, tantas veces nos hemos quedado mirando el uno para el otro, tantas veces y aún yo sigo absorto en su belleza. 





no os fiéis, si camináis por el bosque en los días en los que la nieve cubre gran parte de sus suelos y la niebla comienza a acercarse sorteando cada una de las muchas hayas que va encontrando desconfiad y desconfiar de la amable apariencia de las hayas ya que puede que dentro de ellas haya algo más que madera y savia.

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