LA CUEVA


Cientos de rayos cruzaban el cielo en un desapacible día de verano, la tormenta había comenzado casi de repente humedeciendo, oscureciendo a su paso todo lo que iba encontrando, los árboles se agitaban como cometas en un cielo ventoso, las ramas crujían y caían sobre los anegados caminos y los rayos se multiplicaban iluminando con su luz aquellos cielos oscurecidos, empapado buscaba un lugar donde cobijarme para alejarme de rayos, árboles, torrentes y caminos y en aquella alocada carrera que casi a ciegas había emprendido me encontré con la entrada de una cueva, temblando de puro frío entré sin pensarlo en aquella oscuridad que de vez en cuando iluminaba algún rayo, dos metros adentro todo pareció calmarse, cielos, bosques, ríos parecían haberse detenido, volví de nuevo a la entrada para comprobar que el cielo continuaba rompiéndose en pedazos, escupiendo agua sobre los bosques, y los rayos devolvían luces que iluminan durante segundos, minutos aquel escenario tan perturbador...


...entré de nuevo y nuevamente aquella paz, dejé la pesada y humedecida mochila en sobre el suelo, tenía sed, no quedaba mucha agua, eché un largo trago, en cualquier momento podría volver a llenarla, miré en la mochila y saqué mi linterna y con ella iluminé aquella enorme boca oscura que era la cueva, pequeños haces de luz se fueron distribuyendo para que mis ojos la contemplaran, me gustaba aquel silencio, me llamaba aquella oscuridad, me tentaba entrar en ella, vuelvo nuevamente a la entrada de la cueva y aquel silencio se vuelve a turbar con el escenario desolar que me siguen dibujando rayos y truenos, siento que mi cuerpo se enfría, necesito caminar, con la linterna en mi mano, entraré unos metros en la cueva, los haces de luz me van mostrando la roca, las paredes, aquella oscuridad que parece derretirse cuando yo la voy iluminando...


...me gustaba aquel silencio, caminaba y al avanzar noté que esa sensación me golpea, comencé sin darme cuenta a hablar, noté como mi voz rebotaba una y otra vez contra aquellas paredes que la linterna iluminaba, como mi voz penetraba en aquella oscuridad que no conseguía iluminar y al rato de nuevo aquel silencio, noté casi al instante como al caminar mis pisadas hacían crujir las piedras de su suelo, con mi cabeza rozaba casi el techo, me agachaba, me encogía, avanzaba en aquella enorme y estrecha boca, detrás  oscuridad, delante la misma oscuridad, me detuve, a mi mente le pareció escuchar el ruido de otros pasos que no eran los míos, mi corazón comenzó a alterarse, latía más fuerte, nunca había entrado tanto en una cueva, la linterna temblaba en mi mano, o era yo el que temblaba, respiré y la calma volvió de nuevo a mi mente, sentía la necesidad de continuar explorando aquella oscuridad que tanto me inquietaba...


...la luz me descubrió una amplia galería de enormes techos, me levanté, entre en aquel espacio que fui iluminando lentamente, no se cuantas veces fui girando, con mi linterna iluminando aquella maravilla que era el techo, giré y giré sin parar, caminado por aquella amplia sala, mi linterna iluminaba y yo miraba, su luz me iba mostrando figuras, contornos, el color de las rocas, alguna estalactita, parado en aquella enorme sala volví a sentir aquellos pasos, si yo no camino pensé, tal vez fuese el eco de los que yo había estado dando que ahora me llegaba, de repente el pánico se apoderó de mi mente, al iluminar de nuevo la sala frente a mi veo tres agujeros, por cual de ellos he entrado, intento pensar, recordar, voy de uno al otro comprobando las rocas, iluminando con la linterna el suelo par ver si en el suelo están mis huellas, los tres son iguales, oscuros, silenciosos, idénticos...


...no se cuanto tiempo llevo dentro, miro mi muñeca desnuda, nunca lo llevo, intento calcularlo, tal vez una hora o algo menos, vuelvo a iluminar los tres agujeros y entro en uno de ellos al azar, mi intuición me dice que fue este por el que vine, camino lo que a mi me parecen unos metros, la galería se estrecha, me alegro, recuerdo que llegué agachado y me agacho, la linterna me muestra una estrechez en un recodo de la cueva, no la recuerdo, tal vez no es este el camino, pero sigo, continúo caminando y el haz de luz ilumina brillantes paredes, preciosidades, por un instante percibo que estoy subiendo, la mano con la que voy palpando la roca la siente más fría, siento que el aíre que respiro se humedece, se vuelve más denso, entonces siento sed, pero si hace apenas una hora que en la entrada de la cueva bebí de mi cantimplora, intento pensar, tal vez ya lleve más tiempo dentro, la linterna continúa iluminado aquella oscuridad, sigo caminando trepo como puedo hasta una pequeña repisa y allí me siento, mi corazón nuevamente vuelve a golpear pero esta vez a mi cerebro, le dice que ese no era el camino de regreso, mi mente en vano intenta transmitirle una  tranquilidad que no siente, y yo susurro: lo encontraremos... 


... no se, no recuerdo en que momento la linterna dejó de iluminar, dejo de mostrarme aquellas pareces en aquella terrible oscuridad que me rodea, no recuerdo tampoco el instante en el que mis ojos vieron por última vez su luz, sentí como caía de mis manos, escuché el impacto metálico contra aquel suelo, su rodar y mis manos palpando para encontrarla, tocando cada roca, sin encontrarla, dudé, me quedé tan inmóvil como aquella piedras que me rodeaban en silencio, me arrastré golpeándome una y otra vez contra ellas, rozando con mis dedos la roca, en completa, con el silencio ahora roto por mi respiración entrecortada, sudoroso, asustado, muy asustado, de nuevo aquellas pisadas que percibía más cercanas, mi ojos ciegos intentaban en vano ver en aquella terrible oscuridad que me asolaba, sediento, hambriento, mi mente ya trababa en vano de que mi cuerpo mantuviese la calma...  


..me acurruqué, crucé mis brazos sobre mis piernas como hacía cuando era niño y estaba asustado, volví a escuchar pasos y en aquella fría oscuridad sentí como se detenían frente a mi, casi al instante una manos parecieron rozarme, tocarme, mi corazón ya no palpitaba, se desbocaba acelerado en un pecho que se negaba a mantenerlo allí, lloré, lloraba, balbuceaba palabras ininteligibles para mi mente y repentinamente de aquella oscuridad surgió una voz que me calmaba casi a la vez que aquellas manos acariciaban mi encogida cabeza y escuché "tranquilo, yo te sacaré de aquí". Me desperté, la cabeza apoyada en mi mochila, la entrada de aquella cueva iluminada por el sol, desde allí podía ver como un hermoso cielo azul cubría los bosques, me levanté, saqué de la mochila la cantimplora para beber, no había agua, rebusqué entre mis cosas buscando la linterna, quería iluminar el interior de aquella cueva antes de irme, era extraño, no estaba, la busqué, tal vez la había perdido en el bosque corriendo antes encontrar la cueva, recogí mis cosas, cerré la mochila y comencé a caminar, al girarme para volver a ver la entrada de la cueva me pareció percibir en aquella oscuridad dos ojos que me miraban... 

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