UN, DOS, TRES...








A veces intento caminar por los bosques sin mirarlas, sin prestarles esa atención que siempre me requieren, intentando en vano pasar sin más, pero de nuevo me vi atrapado, la primera de ellas al descubrirme lo gritó hacía lo más profundo de aquel bosque y como otras tantas veces busque una atalaya en lo más alto entre el musgo que recorre el tronco de una de ellas, las fui descubriendo una a una, a la sorprendida haya que me vociferó, a la que en vano trataba de arrastrarse entre sus hojas creyendo que yo no la oiría y otra más que un poco más allá de donde yo estaba de repente desprendió una de sus enormes ramas, fue entonces como vi a una de ellas que asustada comenzaba a deslizar por su tronco las pocas hojas que aún le quedaban y al girarme hacía la montaña le vi llegar, ni ellas ni tampoco yo lo habíamos invitado, llegaba tiñendo de blanco inmaculado todo aquello que tocaba, me volví para mirarlas, a las hayas y algunas ya no estaban y las que a mi lado se quedaron comenzaron a desprenderse alocadamente de sus hojas y al llegar aquel visitante inesperado al lugar donde nos encontrábamos enfrío todos nuestros ánimos de seguir jugando al "un, dos, tres, al escondite inglés".

Carlos


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