EL CARTEL



Lleva días aguantando el ajetreo de aquella calle, el trajín de carros, carretas, caminantes y curiosos que pasaban o simplemente se detienen frente a su casa, lleva días sin poder asomarse al balcón, ella que acostumbra a pasar las tardes soleadas y no tan soleadas sentada mientras lee, lee o contempla pájaros o todo aquello que alcanza su vista, aunque siempre dice que sale a leer lo cierto es que pasa muchas horas con el libro cerrado sobre su regazo y la vista puesta en las muchas cosas que desde allí contempla. Aún recuerda aquel maldito día de lo que llamaban la inauguración, tuvo que bajar a la calle como todos los habitantes de aquella pequeña aldea, allí de pie mientras contemplaba como un operario iba dibujando sobre una de las paredes de su casa aquellas palabras en rojo que remató con un perfecto cuadrado negro que las envolvía y mientras la calle solitaria ahora aparecía abarrotada de autoridades, vecinos y curiosos venidos de otros pueblos para la ocasión, ella como todos se enteraron por el cura que doce días antes en la misa de la nueve y cuarto les anunció que las autoridades habían decidido ponerle nombre a la calle, lo que ella ignoraba aquel día era que aquel nombre lo iban a grabar a sangre y fuego en su casa, la única calle que tenía aquella aldea fue bautizada como los había sermoneado Don Melchor una docena de días antes, y allí se encontraban contemplando el remate del operario, admirando aquellas letras tan bien escritas, sonrientes, leyendo en voz alta con admiración incluso aquel nombre mientras ella, ella solo pensaba en el día que le habían robado para estar sentada en su balcón, ajena a que una de la autoridades que le había presentado Don Melchor y que no recordaba si era gobernador o ingeniero le sermoneaba sobre el honor, el honor de que su modesta fachada había sido la elegida para ser la portadora de tal nombre, ella sonreía sin mirar, besaba sin sentir, apretaba manos sin tocarlas y escuchaba conversaciones que atronaban sus oídos, fingía delante de aquella gente mientras su mente solo pensaba en escapar y  deslizarse escaleras arriba para asomarse a su balcón. Y así fueron transcurriendo los días con aquel galopar incesante de gentes y más gentes, mañana, tarde y casi noche debajo de su balcón admirando aquellas diez letras rojizas, un día también comenzaron a pasar carros, carretas y gentes a caballo ya que un bando que ella no había escuchado firmado por la autoridad proclamaba aquella calle como de paso y por allí debían de pasar y así aquellas tardes silenciosas en su balcón pasaron a mejor vida. Cuentan los que la vieron que un día a eso de las cinco de la tarde asomada a su balcón comenzó a arrojar calderos de agua fría a los curiosos que aún seguían acudiendo como en romería a contemplar aquel cartel, otros también afirmaban haberla visto divulgaron que asomada al balcón comenzó a maldecir y a descargar palabras groseras y soeces sobre un grupo de respetables ciudadanos venidos de otra comarca a los que acompañaba el tal Don Melchor, para colmo de males varios vecinos la vieron lanzar varios cuchillos contra los carros que rompían el silencio de sus tardes, la cosa remató cuando una pareja de civiles la detuvo al descubrirla raspando con sus enrojecidas uñas el nombre de la calle. Y a pesar de dormir varios días en el cuartelillo y pagar una multa, Benita la del balcón continuó despotricando día si, día también contra todo el que osaba acercarse a su casa. Cuentan que un día muy temprano una vecina la vió cerrando la casa, lentamente se agachó  en el suelo y cogiendo un piedra la arrojo con todas sus fuerzas contra aquel cartel que decía "CALLE REAL" y maldiciendo se subió al autobús de línea que iba al pueblo, dicen que desde aquel día nadie la volvió a ver en la aldea y aunque los vecinos pasaban con desconfianza por debajo de la casa esta parecía abandonada, cuentan también que dos días después de haberse ido en la oscuridad de una noche fría y lluvioso escucharon en la aldea un estruendo, asustados salieron a la calle y vieron como la casa de la Benita se derrumbaba, hay quien dice que al dejar de sonar el estruendo provocado por la caída de la casa desde desde de la misma escucharon la risa alocada de una mujer...     


Comentarios

Entradas mas visitadas: